Una vez
más hablamos de un concepto de la Antigüedad que, a su paso por la historia, ha
sido reinterpretado hasta llegar a la era moderna y terminar significando algo
completamente distinto a lo que era en sus inicios.
Este
concepto es el resultado de una de las reflexiones filosóficas de Platón en su Banquete o Simposio, una obra dialógica del siglo IV a.C. Principalmente la discusión es movida
por el tema amoroso y el amor como concepto en sus distintas vertientes. Los
expertos fueron quienes sacaron a la luz este concepto subyacente y le dieron su
nombre.
Pero
primero, ¿cuál es el concepto actual del amor platónico? Cuando hacemos uso de
este lo concebimos como un amor lejano, basado en la fantasía y la idealización
de la persona a la que nos referimos. En definitiva, el ser perfecto para
nosotros, que nos es inalcanzable y no correspondido. Por tanto, además de ser
un sentimiento personal es también una referencia personal directa.
Este
concepto moderno se aleja terriblemente de la verdadera perspectiva platónica
que nos ofrece el Banquete. Entonces,
¿qué pasó con la interpretación de la obra?
“Amor
platónico” fue utilizado como tal por primera vez por el filósofo neoplatónico
Marsilio Ficino alrededor del siglo XV. Según este autor el concepto se basa en
el amor intelectual y centrado en la belleza del carácter de cada persona,
desligando así el concepto del amor físico y del sexual. Podemos afirmar que se
trata de una interpretación libre e incluso doctrinaria, puesto que en este
siglo y siguientes el amor homosexual y el amor carnal en general eran
condenados.
Esto no
representa lo que dice Platón en su obra. En ningún momento separa el amor
intelectual del carnal, es más, no puede haber uno sin el otro. El amor tanto
físico como psicológico es libre y sin ataduras, sin juicios.
¿Cuál era
la visión de Platón sobre el amor? En términos amplios para él el amor era la
virtud, la perfección según uno mismo. Cabe decir que era partidario de un
equilibrio, es decir, evitar tanto la promiscuidad sexual como la abstinencia.
Este artículo ha sido realizado por Ana Belén García (@anabgarcia20 en Twitter)