Como hispanohablantes sabemos
que la letra ñ es propia y única del alfabeto español, pero pocos se preguntan
de dónde procede.
Si nos remontamos al origen de
las lenguas romances podemos comenzar hablando del indoeuropeo, una
reconstrucción de lo que pudo ser el comienzo de esta familia de lenguas.
Siguiendo la ramificación de lenguas que derivan del indoeuropeo encontramos
las romances, que incluyen el español, francés, griego, inglés y demás lenguas
de Europa excluyendo el vasco, el finés, el estonio y el húngaro. Si hablamos
de lengua romance nos referimos a aquella lengua que proceda del latín vulgar y
que tenga una estrecha relación con otras de su propia rama.
En definitiva, si nuestra
lengua procede del latín esto quiere decir que todas nuestras características
morfosintácticas y fonéticas proceden de la evolución de la lengua latina. Al igual que en cualquier otra
lengua en latín también existen abreviaturas y otros sistemas para economizar
el espacio al hacer uso de la lengua escrita. Por tanto, al escribir palabras
como anno (año) una n se colocaba encima de la otra ahorrando así espacio.
Este fenómeno llegó a derivar
hasta nuestros días en una simple virgulilla, es decir, un signo ortográfico a
modo de acento. Pero esto no ocurrió únicamente en palabras que contuvieran dos
enes, sino también en vocablos como seniorem
(señor) y otros ejemplos.
Curiosidades como esta nos rodean
a diario y no solemos dar cuenta de ellas, pero existen y perduran en nuestra
lengua. Es necesario conocer el pasado de nuestra lengua y cultura para poder
avanzar hacia el futuro.
Este
artículo ha sido realizado por Ana Belén García (@anabgarcia20 en
Twitter)
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