sábado, 5 de marzo de 2016

El estoicismo romano

La escuela estoica fue fundada por Zenón de Citio en el 301 a.C. y surgió paralelamente con otros nuevos postulados filosóficos como el epicureísmo, el escepticismo, el cinismo o el neopitagorismo en respuesta a los profundos cambios que convulsionaban la Grecia de finales del siglo IV a.C. (la crisis de la Polis en tanto en cuanto agente socializador de una comunidad de habitantes tras su pérdida de autonomía frente al dominio macedónico, y la crisis de identidad entre el nuevo cosmopolitismo heleno que integraba a los diversos pueblos de las tierras conquistadas por Alejandro y el viejo etnocentrismo griego) y, en consecuencia, una respuesta a las corrientes de pensamiento dominantes en el período clásico tardío: el platonismo y el peripatetismo. Roma, al entrar en contacto con Grecia, irá retomando para sí estas nuevas ideas, al principio, de forma ecléctica, pero será el estoicismo, sobre todo en la primera etapa de época imperial, la base del pensamiento romano al ser la filosofía favorita entre las clases dirigentes (si bien no era un estoicismo del todo ortodoxo e incluía ideas influidas por otras ramas filosóficas. Algunos de los autores latinos más importantes del ideario estoico fueron: Séneca, Epicteto y el emperador Marco Aurelio.

El objetivo del estoicismo era la búsqueda de la felicidad individual, pero no era el espiritualismo el medio desde el cual se enfocaba esta meta sino el racionalismo. Así, a partir de unos axiomas físicos a propósito de la naturaleza del universo se derivaban unos razonamientos lógicos que a su vez concluían en unas normas éticas óptimas para la consecución de ese bienestar y felicidad interiores. Luego Física, Lógica y Ética serán los apartados en los que el estoicismo se diferencie del resto de escuelas filosóficas.

Física
Los estoicos entendían el universo desde un punto de vista corpóreo, –salvo el vacío que era incorpóreo y rodeaba el cosmos– todos los cuerpos se formaban de dos principios inseparables: un principio pasivo que sería la materia inerte o hyle, y un principio activo que sería la Razón divina, principio motor, fuego o Logos que dotaba de animación a la materia. El estoicismo es tanto materialista como panteísta. Este logos impregna el cosmos y a todos sus componentes, y funciona conforme a las leyes de su naturaleza y transita por todos los elementos del cosmos incluido el ser humano. Todo está interconectado en un mismo signo racional. Este principio activo dinamiza la materia al contener unas semillas inteligibles que “fecundan” e intervienen en la forma y desarrollo de las cosas; todo lo que existe, ha existido y existirá está contenido en esas semillas. De modo que en la mentalidad estoica, una única razón universal físicamente constituida de fuego guarda en sí todas las posibilidades de configuración de la materia.

Lógica
Por lógica los estoicos entendían no sólo las reglas formales del pensamiento que se amoldan al Logos, sino también aquellas construcciones del lenguaje con el que se expresan los pensamientos. Se desmarcaron de la lógica silogística de Aristóteles e hicieron grandes aportes a lo que hoy llamamos lógica proposicional.

Su teoría del conocimiento defendía una postura sensualista matizada: los objetos físicos afectan a los sentidos, estos transmiten su alma y provocan en ella las representaciones y de estas representaciones (denominadas catalépticas, del griego catalepsis = acción de capturar) se extrae el conocimiento. Estas representaciones o evidencias que, según los estoicos, quedaban impresas en el alma, constituían el criterio último de verdad que permitía reconocer los principios rectores de la lógica. A partir de esta base, el argumento principal de los estoicos para afirmar la existencia de un criterio de verdad es que las impresiones son iguales para todos los individuos, es decir, que el conocimiento y la sabiduría –llave de la felicidad– estaban al alcance de todos los individuos. Pero para ello, el hombre que aspirara a ser sabio debía desarrollar una serie de habilidades morales que le acercasen a la obtención de ese conocimiento, y los estoicos, que eran unos filósofos preocupados en los problemas éticos, determinaron que no se podía alcanzar la sabiduría sin la virtud.

Ética
Siguiendo el determinismo cósmico de su física, la máxima ética del estoicismo era “vive de acuerdo con la naturaleza” o, lo que es lo mismo, siguiendo el Logos  divino.  El  acatamiento  de  esta  ley  separa a  los  estoicos  de  las  concepciones hedonistas, como las defendidas por sus coetáneos los epicúreos, y crea las bases de una ética del deber entendida a la manera intelectual, ya que el seguimiento de este deber sólo es posible por parte del sabio, que es quien conoce el Logos. Entendiendo este sometimiento al logos como la aceptación del destino, el hombre podía aplacar su ánimo y conseguir la tranquilidad propia del sabio, ya que desear aquello que no estaba determinado por el logos provocaba la perturbación del alma. Los afectos o pasiones descansan sobre un juicio falso, pues son contrarias al Logos.

Los estoicos distinguen cuatro géneros principales entre estos afectos: el apetito, el placer, la angustia y la pena. Las virtudes que debía ejercitar cotidianamente el sabio para alejarse de tales pasiones que le distrajesen de la razón son el control emocional (apatheia), la autosuficiencia (autarkeia) y la imperturbabilidad del alma (ataraxia)Con el desarrollo de estas consignas, el estoicismo fue valorado durante cinco siglos (desde el III a.C. hasta el II d.C.) por los beneficios que sus principios eran capaces de conferir al estado mental de un hombre y a la conducta de su vida.

 Este artículo ha sido realizado por Adrián Manzaneda Sánchez (@adri_manz en Twitter)

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