La escuela estoica fue
fundada por Zenón de Citio en el 301 a.C. y surgió paralelamente con otros
nuevos postulados filosóficos como el epicureísmo, el escepticismo, el cinismo
o el neopitagorismo en respuesta a los profundos cambios que convulsionaban la
Grecia de finales del siglo IV a.C. (la crisis de la Polis en tanto en cuanto
agente socializador de una comunidad de habitantes tras su pérdida de autonomía
frente al dominio macedónico, y la crisis de identidad entre el nuevo
cosmopolitismo heleno que integraba a los diversos pueblos de las tierras
conquistadas por Alejandro y el viejo etnocentrismo griego) y, en consecuencia,
una respuesta a las corrientes de pensamiento dominantes en el período clásico
tardío: el platonismo y el peripatetismo. Roma, al entrar en contacto con
Grecia, irá retomando para sí estas nuevas ideas, al principio, de forma
ecléctica, pero será el estoicismo, sobre todo en la primera etapa de época
imperial, la base del pensamiento romano al ser la filosofía favorita entre las
clases dirigentes (si bien no era un estoicismo del todo ortodoxo e incluía ideas
influidas por otras ramas filosóficas. Algunos de los autores latinos más
importantes del ideario estoico fueron: Séneca, Epicteto y el emperador Marco
Aurelio.
El objetivo del estoicismo
era la búsqueda de la felicidad individual, pero no era el espiritualismo el
medio desde el cual se enfocaba esta meta sino el racionalismo. Así, a partir
de unos axiomas físicos a propósito de la naturaleza del universo se derivaban
unos razonamientos lógicos que a su vez concluían en unas normas éticas óptimas
para la consecución de ese bienestar y felicidad interiores. Luego Física,
Lógica y Ética serán los apartados en los que el estoicismo se diferencie del
resto de escuelas filosóficas.
Física
Los estoicos entendían el
universo desde un punto de vista corpóreo, –salvo el vacío que era incorpóreo y
rodeaba el cosmos– todos los cuerpos se formaban de dos principios inseparables:
un principio pasivo que sería la materia inerte o hyle, y un principio activo que sería la Razón divina, principio
motor, fuego o Logos que dotaba de
animación a la materia. El estoicismo es tanto materialista como panteísta. Este
logos impregna el cosmos y a todos sus componentes, y funciona conforme a las
leyes de su naturaleza y transita por todos los elementos del cosmos incluido
el ser humano. Todo está interconectado en un mismo signo racional. Este
principio activo dinamiza la materia al contener unas semillas inteligibles que “fecundan” e intervienen en la forma y
desarrollo de las cosas; todo lo que existe, ha existido y existirá está
contenido en esas semillas. De modo que en la mentalidad estoica, una única
razón universal físicamente constituida de fuego guarda en sí todas las
posibilidades de configuración de la materia.
Lógica
Por lógica los estoicos
entendían no sólo las reglas formales del pensamiento que se amoldan al Logos,
sino también aquellas construcciones del lenguaje con el que se expresan los
pensamientos. Se desmarcaron de la lógica silogística de Aristóteles e hicieron
grandes aportes a lo que hoy llamamos lógica proposicional.
Su teoría del conocimiento
defendía una postura sensualista matizada: los objetos físicos afectan a los
sentidos, estos transmiten su alma y provocan en ella las representaciones y de
estas representaciones (denominadas catalépticas,
del griego catalepsis = acción de
capturar) se extrae el conocimiento. Estas representaciones o evidencias
que, según los estoicos, quedaban impresas en el alma, constituían el criterio
último de verdad que permitía reconocer los principios rectores de la lógica. A
partir de esta base, el argumento principal de los estoicos para afirmar la
existencia de un criterio de verdad es que las impresiones son iguales para
todos los individuos, es decir, que el conocimiento y la sabiduría –llave de la
felicidad– estaban al alcance de todos los individuos. Pero para ello, el
hombre que aspirara a ser sabio debía desarrollar una serie de habilidades
morales que le acercasen a la obtención de ese conocimiento, y los estoicos,
que eran unos filósofos preocupados en los problemas éticos, determinaron que
no se podía alcanzar la sabiduría sin la virtud.
Ética
Siguiendo el determinismo
cósmico de su física, la máxima ética del estoicismo era “vive de acuerdo con
la naturaleza” o, lo que es lo mismo, siguiendo el Logos divino.
El acatamiento de
esta ley separa a
los estoicos de
las concepciones hedonistas, como
las defendidas por sus coetáneos los epicúreos, y crea las bases de una ética
del deber entendida a la manera intelectual, ya que el seguimiento de este
deber sólo es posible por parte del sabio, que es quien conoce el Logos.
Entendiendo este sometimiento al logos como la aceptación del destino, el
hombre podía aplacar su ánimo y conseguir la tranquilidad propia del sabio, ya
que desear aquello que no estaba determinado por el logos provocaba la perturbación
del alma. Los afectos o pasiones descansan sobre un juicio falso, pues son
contrarias al Logos.
Los estoicos distinguen
cuatro géneros principales entre estos afectos: el apetito, el placer, la
angustia y la pena. Las virtudes que debía ejercitar cotidianamente el sabio
para alejarse de tales pasiones que le distrajesen de la razón son el control
emocional (apatheia), la
autosuficiencia (autarkeia) y la
imperturbabilidad del alma (ataraxia). Con el desarrollo de estas
consignas, el estoicismo fue valorado durante cinco siglos (desde el III a.C.
hasta el II d.C.) por los beneficios que sus principios eran capaces de
conferir al estado mental de un hombre y a la conducta de su vida.
Este
artículo ha sido realizado por Adrián Manzaneda Sánchez (@adri_manz en Twitter)
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