Nadie es igual a otra persona;
cada uno es diferente, sin embargo, sí compartimos algunas funciones con el
resto de habitantes del planeta: nacemos, crecemos, comemos y alguna que otra
más, todas triviales. Pero además, en algunos seres, más o menos especiales,
nace otra coincidencia: querer estudiar Filología. No se sabe si es algo innato
como el respirar o algo que de repente surge, como cualquier otra pasión, ya
sea bailar, cantar o dibujar. Sí, decimos pasión porque así es como sentimos lo
que estudiamos, aunque para muchos, las palabras “pasión” y “estudiar” no
puedan ir en la misma frase. Porque digo yo que hay que tener PASIÓN para
dedicar una vida a estudiar frases, palabras o incluso letras, fonemas. Los
científicos diseccionan partes del cuerpo y nosotros diseccionamos partes de palabras.
Observamos qué parte tiene significado y qué no; qué parte es invariable o está
sujeta al cambio y cuál no; qué sonidos están en la misma zona a la hora de
pronunciar, sabiendo que tenemos que diferenciar entre prepalatal y postpalatal
entre ápice de la lengua y postdorso de la misma; entre alveolo y coronal,
¿términos científicos? No, señores: filología.
Y así con mil ejemplos, porque
ni siquiera el diccionario nos ayuda cuando se trata de un significado, pues
este puede depender de la denotación, connotación, hermenéutica, semiología,
pragmática y mil casos más. ¿Fácil? Una fórmula de química va a ser siempre
igual, mientras que un lenguaje cambia a diario y lo más importante, somos los
propios humanos los que lo cambiamos y para eso tiene que existir un filólogo,
para estudiar esos cambios, para analizarlos, para ENSEÑARLOS. ¿De qué sirve saber
mucho de cualquier competencia si no sabes hablar? Quedamos representados por
nuestro lenguaje, es nuestro vehículo de expresión y conocimiento. Somos
lenguaje. Por eso es importante manejarlo y conocerlo a la perfección. Algo
que, aunque parezca básico, muy poca gente consigue.
Luego viene la literatura. “Hay
que ser muy tonto para estudiar los libros de alguien que desapareció hace
siglos”. Cuántas veces habremos oído cosas de este tipo, y es que a nadie le
gusta la literatura, a todos les parece una pérdida de tiempo, eso sí, cuando
me quiero hacer el culto, cito algún autor célebre sin pensarlo. Y si es en
latín mejor, que esta es una lengua muerta inútil hasta que la necesito para
aparentar que mi cerebro muerto (pues es verdaderamente lo único muerto que hay
en esta situación) ha resucitado.
Durante siglos, las
humanidades, el trívium eran los
conocimientos más valorados. Fue a partir del siglo XVIII cuando esa concepción
empezó a cambiar y las ciencias empezaron a ser más valoradas pero aun así, ambas
competencias convivían armoniosamente en una situación de igualdad y respeto,
pues ambas son necesarias. En mi opinión, ha sido en este siglo, con el
incremento de las tecnologías, lo que ha hecho cambiar esta perspectiva y dejar
las humanidades relegadas a esos a los que “no se les dan bien las matemáticas”.
Cuánta ignorancia, ¿no?
El principal problema de esta
cuestión es que la gente entiende por filología la asignatura de lengua y
literatura en bachillerato. Vamos a utilizar el cerebro un poco de manera
abierta, aunque a algunos les cueste: elijan cualquier carrera: Matemáticas,
Química, Física o incluso, Historia. ¿Se da lo mismo que en el colegio? No,
¿verdad? No tiene ni punto de comparación y nadie lo duda, entonces, ¿por qué
sí se piensa eso de las filologías? Como con todo en la vida, hablar es muy
fácil y más, si no se sabe nada acerca del tema en cuestión.
Por desgracia, no
creo que ni este ni ningún artículo sirva para hacer cambiar esas mentes
cuadriculadas que piensan lo que estamos tratando de combatir. Sin ninguna
duda, todo depende de la educación y la tolerancia que tenga cada uno. Nosotros
podemos afirmar alto y claro que hacemos lo que nos gusta, por vocación, sin
importarnos el qué dirán o lo que suceda mañana. Algo que no todos pueden
decir.
Estudio Filología porque pienso
que la vida no está formada por cosas exactas, que no todo es blanco y negro. A
veces hay que cotejar, como si de manuscritos se tratase y descubrir que la
verdad no siempre es lo que se ve a primera vista y que hay que ir más allá:
los sentimientos, las pasiones, lo inefable, lo indescriptible. Somos vida
gracias a esto y no es precisamente ciencia.
Nunca dejen de aprender y de
hacer lo que verdaderamente les llene.
Soy de Humanidades y estudio Filología porque vivo.
Este
artículo ha sido realizado por @FilolCabreados en Twitter
Me ha encantado la entrada, de verdad. Creo que es muy importante intentar que todas esas personas que se creen superiores por ser de ciencias sepan que no lo son. Tu rama no te hace superior a nadie y me parece horrible que se le reste tanta importancia a esta, tanto en los estudios como en el día a día.
ResponderEliminarHe tenido mucho tiempo para reflexionar, entre otras cosas, acerca de por qué creen que estudiar letras es fácil y las ciencias son difíciles. Y mi respuesta es tan sencilla como "no es más fácil, nos lo ponen más fácil." Como estudiante me enfada profundamente haber tenido que estudiar lo mismo en la asignatura de lengua desde primaria hasta bachillerato. Por poner un ejemplo, llevan enseñándome que una historia tiene principio, nudo y desenlace toda la vida. En matemáticas, por otro lado, y uno bastante alejado, empecé sumando y restando y antes de que me diera cuenta estaba estudiando trigonometría.
Solo soy una estudiante de bachillerato y soy consciente de que me queda mucho por aprender y, por desgracia, mucho que soportar. Por muchos descubrimientos científicos que tengan lugar en los próximos años, no servirán de nada si la humanidad no sabe hacerse entender o no quiere, directamente.
Yo no dejaré de defender mi rama porque me llena y me da vida.
Un saludo.
Me encanta este artículo. Me licencié en Filología inglesa con mención complementaria en Hispánica en el 2001 y veo que nada ha cambiado. ¡Saludos! Ninde
ResponderEliminar¡Olé!Buenísimo,enhorabuena.
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